A lo lejos el sol comienza a salir, el horizonte se tiñe de tonalidades de rojo y naranja, es un nuevo comienzo para el día, y un nuevo comienzo para nosotros. Nos alejamos lentamente, abandonamos esas tierras que nos vieron nacer, buscando un nuevo hogar… Donde los lazos de familia no puedan alcanzarnos.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Fracture Tercera Parte

Titulo: Fracture
Rating: NC17
Genero: Romance
Parejas: Yunho x Jaejoong
Advertencias: Violencia, Alto Contenido sexual
Sumario
La vida se pintaba negra así que tal vez y solo tal vez ese color se borraría un poco luego de aquella noche. 
O se oscurecería aún más... 
Era el momento de dejar de ser un idiota inmaculado. 
"Vas a Arrepentirte Yunho" 






"Fracture Tercera Parte"










“¿Vas a hablarme? Deja de parecer un niño Jaejoong.”

“Dime que se siente traicionar a la persona que salvó a tu único hijo de ser violado y difundido por todos los sitios pornográficos. ¡Eso iba a suceder si él no llegaba Padre!”

“¡Lo se! Pero Jaejoong... Si ese maldito muere Yunho irá a prisión. Estoy tan agradecido de que me hubiera informado sobre lo que estaba pasando pero la policía iba en camino. ¡El tendría que haberse quedado apartado de esto maldición! ¡Casi mató a una persona!”

“¡Mientes! Nunca lo quisiste, nadie piensa en él... ¡Ni siquiera sus Padres maldita sea! ¡Jamás van a entender lo que nos está sucediendo!”

“No hay nada que entender... Su amistad es muy fuerte, lo se. Pero me temo que esta vez no podremos hacer nada por él...”

“!¿Amistad?! ¿Estás escuchándote Padre?! Hace años te diste cuenta de que lo amo, que estoy totalmente enfermo de él. ¿Y sabes qué? ¡También me ama! Lo sentí. Ahora no hay nada que pueda separarnos y tu le ayudarás. ¿Verdad?” La desazón emitió a su semblante un ardor fecundo que elevó triunfante la corona de sus orbes centelleantes y casi cubiertos por la humedad de tristeza. Él lo sabía hace mucho tiempo pero mi verdad que se extendió del ocaso oriente le apuñaló por la espalda.

“Eres joven, no sabes lo que dices.” Una expresión ardorosa, vehemente y profunda que me llenó de penalidades.

“Mírame...” Me aferré a su rostro como un rey ingrato de memoria impura suplicando entendimiento porque sus pedazos parecían caerse al suelo. Él era un niño lastimado entre mis dedos remotos. “Di que me ayudarás... Protégelo. Tienes un cargo poderoso. Ayúdale a escapar. Pero antes...” Mis labios estaban tan cansados de suplicar que también pude notar rasgando el velo de la edad y el cansancio en su rostro. “Dime donde lo tienes escondido...” Desde el incidente no me dejaban verlo, no tenía datos de su paradero y eso, me estaba matando en vida. Padre miró resignado, con crímenes de sangre, asolación y ruinas sobre sus hombros. Esos que yo mismo estaba creando en su memoria.

“Te criamos con tanto amor Jae, tu lo eres todo para mí.” Sus brazos no querían soltarme transmitiendo esa sensación impura, acechadora. De que en el fondo, no me sentí culpable en absoluto de todo el dolor que causaba a mi paso. En mi mente solo un hombre se perfilaba y  era mi única ley. “Por eso no te quiero cerca de él. Comprobaste con tus propios ojos lo que es capaz de hacer.” Que desceñida era su excusa.

“¿Crees que mis sentimientos son tan débiles que se asustarán por ello? Siempre fue mi sombra, el que me protegió y quien quería separar sus sentimientos por los mismos temores que tu guardas. ¡Estoy harto! ¡Déjenme elegir y juzgar a mi!” El temblor de mi cuerpo le asustó y por ello Padre nunca dejó de sostenerme derramando la aurora de nuestros temores.

“Tranquilo... No te alteres, tienes que calmarte.” A pesar de todo tenía a los padres mas cariñosos del mundo, Si Mamá estuviera presente lloraría sangre mientras dejase un beso trémulo en mi rostro de doncella. Yo era vil y desconsiderado.

“Dime lo que hiciste con él. Dímelo. Es la única manera de que pueda dejar de estar hundiéndome en este dolor.” Me templaba un mar de furia procelosa y antipática al sentirle lejos de mi.

“Tienes que saber que lo alejaré de ti...” Un puñal me atravesó lentamente y sus palabras no fueron como una flor naciente del seno. Eran un ingrato néctar farfullado en mis espasmos. “El ya no puede deambular por la cuidad después de lo sucedido. Sus padres están de acuerdo conmigo. No ira a prisión Jaejoong... Pero tampoco se quedará aquí.” Inconscientemente me alejé de sus manos comenzando a caminar de lado a lado como un loco pavoroso, ocultando los nervios que me produjo la noticia aunque ya lo hubiera sospechado.

“Le seguiré. ¡Aunque me lo impidas voy a seguirle!.” Una mirada fiera que destruyó la humildad de sus pies al borde de la derrota.

“¿Abandonarás todo lo que construiste solo por él? No nos hagas esto...” Y sus desalineados ojos temblaron en la penumbra al saberse perdedor. Él ni nadie podría hacerme cambiar de parecer y en el silencio, mi Padre se lamentaba.

Pobrecito, tan viejo y encantador. Sufriendo la perdida. No vio mi muerte, sin embargo de igual modo me apartaría a causa de mi amor ciego y postergado.

“Primero déjame verlo...” Me acerqué hasta reconfortarlo. Ese pequeño beso en su mejilla trató de decirle lo mucho que le amaba, también transmitiendo mi cielo lleno de terquedad al expresarle que por ser tan bueno conmigo, yo me sentía ruin e infeliz.. “Sabes que a pesar de todo ustedes siempre serán mis padres. Ahora mírame... siento un súbito hoyo en mi cuerpo por su ausencia. Él es mi verdadera naturaleza.” Me devolvió aquel sublime abrazo junto con una caricia  que heló mi cuerpo con una moral de desmayo. Como si dijera que en verdad aceptaba mi extremo amor incondicional hacia Yunho.

“Nos estás haciendo tanto daño... Y a ti mismo.” Suspiró castigándome.

“¿Y él? Toda la vida sufrió por sus impulsos. Que tus propia familia crea que eres un maldito psicópata bueno para nada, agresivo, subnormal. ¿Alguna vez sentiste la mirada especuladora de toda una universidad inventando rumores inexistentes? En todos nuestros años juntos jamas tocó uno de mis cabellos por pensar que soy demasiado perfecto para él... ¿Puedes creerlo Padre? ¡Él es mi único anhelo en esta vida!.” Trágico. Aún después de todo eso, al ver mis lagrimas caer en la divina diestra con gozo perverso me reconfortó plácidamente.

El supo que el único loco era yo...

Le permití acariciarme la espalda esperando esa respuesta ansiosa presente ante el hecho de saber que necesitaba convencer a muchas personas sobre los motivos verdaderos en mi corazón.

Incluso a Jung Yunho.

El silencio profanó, como si un trueno perturbara la juventud demente, esa estreches tornasolada sombría; Padre temblaba no queriendo liberar esas silabas y allí fue cuando lúgubre, entendí lo que era el celo paternal. Kim JaeSuk estaba totalmente celoso de ese joven que desde el momento en que apareció se robó el corazón de ese hijo al que cuidó con tanta dedicación y esmero.

Tanto Yunho como yo, eramos dos demonios perdidos en un cielo transparente y terso.

“No le odies. Es momento de tomar aquello que siempre quise... Una vida junto a él.” Delicadamente nos separamos. Vi millones de imágenes nostálgicas desfilar frente de mis ojos, desde mis primeros pasos, hasta mi graduación. Desde una corrida en bicicleta, hasta un problema de matemáticas inentendible.

Todo aquello, en un fulminar de tiempo.

“¿En qué momento creciste tanto?.” Sonreí por lo módico. Sus pulgares me acariciaron corriendo los cabellos de mi frente dejándome escuchar ese suspiro ansiado de sus labios.

“Voy a llevarte con él...” La inmensa sonrisa le contestó y solo faltaron unos minutos para que nos encontráramos en el automóvil.

Mi corazón contenía su brioso aliento en la altiva puerta de esa espera que terminaba al fin.









Toc... Toc... Toc...

Los nudillos  se me agrietaron al golpear esa puerta...

Toc... Toc...

Y mi corazón corrió mientras la expectativa permanecía latente.

Pensé en el trayecto hacia este lugar que originó una sensación nauseabunda en mi estómago maltratado por los últimos tiempos. No cabía en mi cabeza que le tuvieran escondido en este sitio tan bajo simulando un sacro concurso en tardo movimiento manchado.

A medida que nos acercábamos Padre trató de explicar que usó todos sus contactos para que no le detuvieran al instante, sin embargo, la ultima alternativa si DoHyun moría era enviarlo fuera del país, ocultarlo, alejarlo de mí.

Era eso o la cárcel.

Y pensé que mi amante cobardía destruyó el alma pura y galana de Yunho.

Acaso... ¿Era necesario esconderlo en este lugar de mala muerte?

Ante mi mirada desconcertada, Padre se justificó diciendo que era necesario.

No le creí en absoluto.

“¿Quién es?.” Dios mío... Sentir su voz a través de la lejanía despertó mi alma conmovida. La noté apagada, dubitativa, como castigada por el tiempo y la consumición. Esa voz que nunca le oí salir de dicha manera penosa. ¿Querrá verme? En definitiva soy el único que le hundió en este lugar marginado.

“Soy... Soy yo...” Apenas audible como un susurro delincuente. Avergonzado de sentirme con derechos de reclamar dolores fecundados en abril. Rogarle con esos dulces amores que turbaron nuestros lazos.

Todo ese malestar me hizo temblar al saberle tan cerca, de tras de una inmunda puerta oxidada como una tristeza caminante pensando en que tal vez, nadie, ni siquiera yo, le acogió en las quejas asfixiantes. Pero como una ráfaga de viento la puerta se abrió acosando mi prevención y fue un segundo milagroso en que mis ojos aguados y arrepentidos se encontraron con su mirada dulce, bondadosa, plácida...

Esos ojos que tanto amaba...

Aún sí Yunho parecíó ido y descuidado, su belleza cautivó nuevamente mi alma como la primera vez, tantos días sin verlo acrecentaron el enamoramiento como un escondido manantial que murmuró en mis oídos con desdén y secaba mi boca. Una culposa mueca talló ese valor que sentí minutos antes como una triste burla que con recelo besó mis escalofríos y mi culpa.

Me entendió, sabía todo de mí, por eso tiró mi cuerpo hasta el interior de ese lugar donde pagaba la condena por nuestro sacrilegio. El candor de sus brazos trajo todo el recuerdo efímero que me llenó de piedad a mí mismo por dudar de sus emociones.

Me estrujó con fuerza avasallante y aún así su calor no bastaba para curarme, necesitaba fundirme con su cuerpo y sentirme vivo otra vez.

¿Tanto me extrañaste?

¿Tan importante soy para ti?

¿Qué es Kim Jaejoong para tu vida?

Cuéntamelo todo...

“Estas aquí...” La brisa de su respiración acarició mis oídos eliminando la amargura con lozanía esplendorosa. Esas manos que estrujaban mis huesos eran tan calientes que quería derretirme en ellas regalándome como rocío.  “Solo dime como te encuentras...” ¡Oh! Me sentí devil, tan desubicado ante su calidez que las ganas de llorar surgían por sí solas sin consuelo; ese hombre a pesar de todo siguió preocupándose por mí, aterrándome hasta el infinito el hecho de saber que con su alma desprendida, aguardaria mi paradero revistiéndome con su encanto.

Me entregué por completo a sus caricias aferrándome a su piel  serena.

“No sabía donde te tenían escondido... ¡Esto es tan injusto!.” Mis manos comenzaron a acariciarlo en su amplitud porque nos necesitábamos de la misma forma. “sentí tanto miedo Yunho... Quería verte... Necesitaba verte...” Esa caricia no quiso morir, yo podía estar abrazado a él durante horas y al separarme seguiría sintiendo el indiscutible susurro vanidoso de mi interior. Tantas cosas inexplicables asomaron en mi cabeza pero no era momento de remordimientos. Yo le sanaría con mi amor gigante y egoísta.

“Estoy bien...” Rodé mis ojos sin poder fijarme en los suyos, temiendo encontrar algún reproche que pudiera opacar mis confesiones. Sus dedos suaves recogieron mi rostro del páramo para fundir nuestras miradas en un movimiento limpio y confortable. No terminé de comprender pero noté una graciosa felicidad en sus pequeños ojos de gato vagabundo.

Estaba esperándome. Nunca perdió la esperanza de que le encontraría.

Y en ese mágico momento nos encontramos con una escena vivida anteriormente; mi espalda contra la puerta áspera, ambas miradas conectadas en una ilusión, su boca respirando parsimoniosa sobre mis labios  y el silencio rodeando nuestros cuerpos mientras formulaban susurros anhelantes por una caricia.

El desenlace sería diferente a lo vivido en ese callejón. Me encargaría de ello.

Nervioso mis ojos cayeron en el lugar, diferente a lo antes temido, ese departamento no era para nada lo que por fuera aparentaba. Todo se encontró limpio y reducido. Era confortable aunque supuse que en todos estos días separados esas paredes le asfixiaron en su estrechez.

Yunho era un hombre libre, y ese lugar seguía pareciendo una prisión espeluznante.

Sentí como sus pulgares perfilaron silenciosos mis labios de rubí arrullándolos con premura, su tacto exquisito me llenaba de calma y placer absoluto, como una noche serena en la que las historias angustiosas de los amantes perdidos se endulzaban entre la oscuridad armoniosa. Ese tacto se extendió hasta mis mejillas, el contorno de mi rostro, perfumándome cada invisible cabello que pudiera nacer de mi piel acalorada; me perdí en sus ojos majestuosos que me idolatraron. Transmitiendo que todo estaría bien. Lo único emportante era estar frente al otro.

Me estremecí.

“Esto es mi culpa... Estaba tan perdido sin ti, tu me besaste y lo escondiste... Insinuaste lo que siempre quise escuchar para luego enterrarlo. ¡Me volví loco Yunho!.” Las lágrimas tuvieron ganas de enjugar mis pretensiones pero no las dejé. Esa noche solamente lloraría de placer bajo su cuerpo majestuoso. El se perdió con el movimiento de mis labios, casi fantaseando con ellos, haciendo que su melancólico ruido lleno de excusas pasaran desapercibidos para sus oídos enjaulados. Y eso le quitó fuerzas a mis manos que no deseaban seguir conteniéndose. “Deja de mirarme así...” Casi supliqué. Su pulgar vagó sobre mi labio inferior rozando la piel y alterando los temblores de mi cuerpo, la respiración lejos de poder calmarse hizo que el aire saliera con dificultad ante su cercanía.

Las sombras a nuestro alrededor se agitaron.

“¿Qué debo hacer Jaejoong?.” Me preguntó, pero de inmediato su acercamiento formuló la respuesta. Cada movimiento era tan esperado que surgía como un manso río de aguas retratadas y sus avellanados ojos que descendieron a mis labios me dijeron como el canto del ruiseñor que allí no había arrepentimiento.

Que ambos nos fundiríamos en el pértigo de plata. En ese placer tan ansiado.

“Dime... ¿Qué es lo que quieres hacer?.” Le enfrenté consciente de los movimientos de sus dedos en mis cabellos al acariciarlos sin retorno. Como si no le importara nada más.

“Besarte...” Mis pestañas se cerraron generosas tragando con un lánguido sonido, en silencio, respirando en una plácida calma mientras nuestros murmullos morían con las miradas penetrantes y abusivas.

“Por favor, solo hazlo...” Las emociones en velo formaron metales en el aire cuando como una pluma, nuestros labios se tocaron endulzando con un bálsamo mi amargura expectante. Mi boca que lejos de esos labios no era de ámbar y de mieles.

Oh mi amor... Por fin puedo probarte sin la brutalidad del destino acechándome.

Y todo se esclareció como el cielo en primavera obligándome a corresponder ese beso que supo a pecado y gloria, allí donde de fundió una vida de espera agobiante.

Su lengua, parecida a una concha o un coral de nácar, delineó mis labios de manera prodigiosa haciéndome ver estéril en materia romántica. Luché por el dominio agarrándome de su cuerpo, profundizando esa húmeda cercanía y perdiéndome en su pasión avasallante.

¡Pero que dulces eran sus labios!

Introduje mi lengua en su boca buscando todo lo que pudiera encontrar y descontrolándome de tal modo que aquello ya no pareció un beso sano, era como un acantilado de fervor y anhelo, tan caliente que me hizo ver las estrellas. Juntos, boca con boca, comiéndonos con dicha, provocando con escuetos sonidos la completa tortura de placer y cantares. Yunho reclamó mi cintura acercándome a él con fuerza, sintiendo la sangre fluir escandalosa por nuestras venas mientras la fortuna inundaba la habitación con gemidos.

Un instante me separó solo para retratar mis mejillas rojas en sus ojos bestiarios y mis tiernos quejidos en sus oídos corridos para acorralarme otra vez y penetrar en mi bruma de una manera enloquecedora.

Si esta pasión fuese digna de castigo, sin duda alguna elegiría el infierno de sombras macilentas.

“Ah... mhh...” Gemí relajado con las sensaciones a tope. Él era todo lo que esperé y mucho más. Me tenía atrapado como un astro bello precursor del día. Totalmente dependiente. Sepultado bajo su calor desquiciador. Tanto mi boca como la suya dolían pero la presión de nuestros dientes y lenguas siguieron devorándose con fuerza innoble, germinando imágenes de lo que podía pasar en esa pequeña habitación impregnada del aroma a hombre y sexo que Yunho despedía.

Relamí con goce la saliva saliente por nuestras pieles, mostrándole como una fiera recelosa, lo que esperaba de él.

“Mierda...” Escuché susurrar con la respiración agitada. Pareció una maratón, dejándonos acalorados, transpirados, hambrientos de más... Toqué su pecho comprobando como su corazón latía tan fuerte como el mío.

“Dime lo que esto significa...” Quería besos, sus manos sobre mis curvas y su calor fundiéndome, pero más que nada, también necesitaba respuestas y confesiones de su boca de caramelo.

“Significa que me equivoqué. Nunca gané nada apartándome de ti.” No pude quitar mis ojos de los suyos, sinceros como una llama oscilante, cuando dejó un pequeño y significativo beso en mi mejilla  inocente. “Que en un santiamén pueden arrebatarte de mis manos y llevarse lo que queda de mi humanidad. Ya no seré un cobarde Jaejoong... Te marcaré y serás mío para siempre...” Todas y cada una de sus palabras acrecentaron el deseo en un calambre nocivo y especulador. Él era tan caliente que no pude evitar excitarme aún más.

Tómame y que mis gritos aparcados se fundan con la lira de tus hambrunas.

“Hazlo... Házmelo. Necesito que me marques ahora...” Lamí su boca cerrada, degustando los rastros de saliva dulce que me perdían en la promiscuidad . Rogando, pidiendo, suplicando. Amasando con mis dedos lujuriosos toda la piel expuesta que pude encontrar y mostrándome como un enfermo de fiebre amarilla.  “Siempre te quise para mí...” Mi lengua en su mejilla. “Que me toques...” Mi lengua en su boca. “Que me desvirgues...” Ese murmullo perverso en sus oídos.

Su cuerpo se descontroló aprisionándome contra la puerta, fundiendo la calentura en una hoguera de pasión.

“Te arrepentirás...” ¿Arrepentirme? ¡No me hagas reír! No faltó más para que comenzáramos a luchar por el dominio, con el dolor punzante en mis labios ultrajados por su lengua y sus mordidas que chocaban en mi cavidad. Un dolor tan hermosamente infinito que deseé que las lastimaduras abiertas en mis labios sangraran en la eternidad del fulgor reluciente.

Chocó su cuerpo contra el mío haciendo notar la dureza entre sus piernas, enorme, rígida, apetecible... ¡Ah! Está sucediendo. Realmente va a marcarme. Con la furia de un animal mis manos agarraron los extremos de la pálida camisa rasgándola con prisa, llenándome con el sonido de los botones caer muertos en el suelo a nuestros pies.

¿Qué sonido haría mi piel al ser penetrada por ese pedazo de carne erguida? Cerré los ojos agobiado mordiendo el interior de mi mejilla.  Navegando en el deseo al contemplar el pecho desnudo de Yunho. Tanto tiempo ansiando y ahora era mio, haría con su cuerpo lo que me placiera ya que sabía que su corazón y su deseo estaban en mis manos.

“Eres... Perfecto.” Murmuré sin separar mis ojos cubiertos de hazaña de los músculos de su torso, trazando con las yemas de mis dedos un camino fluvial y bardo ante su penetrante expresión. Temblé entre espasmos llegando a su vientre plano y trabajado. Apetitoso como el néctar de su goce. ¡Por todos los cielos! Explotaría sólo con mirarle. Me relamí insinuante al imaginarme cabalgando en su vientre. El deseo escapó con osadía de sus pupilas dilatadas.

“¿Y tu?  ¿Viste tu rostro en un espejo?.” Me tomó desprevenido con esa voz clara que a pesar la excitación se atrevió a revelar sus analogías superfluas.  “Tu piel es tan bonita que me llena de turbulencias y quiero mancharla... Tengo deseos de penetrar en tu boca tantas veces hasta que tu saliva y tus labios se fundan con el gusto de mi sexo...” Maldito bastardo... Formuló aquello con tanta pasividad y control que haría que me corriera solo con sus sucias palabras.

“Yunho... Por favor....” Cerré los ojos al agitarme; los suyos permanecieron clavados en mi boca relamiéndose con descaro hasta eliminar la distancia de nuestros estómagos en un toque que se llevó mis súplicas.

“Voy a ensuciarte...” Sus palabras me mareaban. Abrí la boca acercándola a la piel de su cuello y sin perder tiempo mi lengua caliente vagó por la longitud orillándole a ceder, obteniendo gimoteos a medida que se refregaba contra mi pelvis, provocando una ficción adictiva que aliviaba nuestras durezas impetuosas y corrosivas. Degusté su piel lamiendo cada rincón hasta dejar moretones, mis dientes provocaron rumores al clavarse en su cuello trigueño que brilló junto con mi saliva. Solo me detuve cuando su boca encontró la mía golpeándola con su lengua deseosa, compartiendo un beso acalorado y exquisito que casi me obligó a eyacular entre mis pantalones.

Quitó su camisa dejándome ver sus hombros varoniles, su piel tostada. Siempre le observé jugando al fútbol o en las duchas pero esta situación era diferente; Yo podía tocarlo, lamerlo, revolcarme en él. Su cuerpo ahora me pertenecía.

“Llévame a la cama...” Suspiré hasta que su boca se acopló con la mía guiando mi cuerpo por un camino extraño, me aferré con fuerza dejando mi destino en sus manos, confiaba en ese hombre plenamente.

Trastabillamos juntos al abrir una puerta a mis espaldas pero sus brazos de leñador, con orgullo y aspereza, me sostuvieron como algo preciado, con la docilidad de un pequeño colibrí bebiendo del jugo de su flor preferida.

¡Qué enamorados estábamos!

No podía apartar mis ojos de su sonrisa al depositarme en la cama descuidada y pequeña, con su cobertor suave pero frío, con la opacidad que reviviríamos junto con los gritos de placer y la fricción de nuestras piernas enrollándose en la banalidad del sexo rudo.

¿En éstas noches de soledad también pensaste en mí?

Al ver sus puños lastimados, entendí algo de lo que sufrió en ese silencio violento. Tomé sus manos para besarle los nudillos. Rogándole confesar esos penares.

“La violencia me contamina...” Lentamente se acercó reduciendo la distancia, me vi reflejado en sus ojos brillantes cayendo en cuenta de que ese ser dominado por el descontrol me excitaba acrecentando fantasías. Por enésima vez sentí celos de aquello que pudiera calmar su ira. Solo deseaba que al golpear mi cuerpo con su intimidad pudiera liberarse de esa agresividad que le persiguió desde pequeño.

Quería convertirme en la cura de su frustración.

“No tienes que decirlo, se muy bien lo que sientes...” Le dije al acariciar con mis dedos ligeros sus cabellos, sus mejillas y sus labios.

“Pero luego te imaginaba y la ira desaparecía, porque cuando pienso en ti solo quiero hacerte el amor.” Me derretí, nuestros anhelos pasaban de ser destructivos a inocentes en un instante. La locura que nos caracterizaba nos ponía más calientes. Admiré su cuerpo con emosion mientras me recostaba en la cama, suspirando en mis oidos, tratando de ocultar el nerviosismo que nos embargó.

Porque estaba todo dicho...

“Muéstrame como haces el amor...” Como la mueca en sus labios rojos, la seriedad murió comenzando a reír dejándome atónito, le miré expectante, sintiéndome examinado por sus ojos atigrados.

“Nunca lo hice. Solo te quiero a ti... Dame lo que eres y descubramos esto juntos...” Me besó los labios entreabiertos. A sus ojos seguramente parecía un tonto inmaculado, con las mejillas acaloradas, los labios resecos, los cabellos desparramados y esa mueca estúpida ante el comentario. Esas palabras llenaron mi estómago de mariposas.

Mis cejas intrépidas, mi frente sencilla, mi mentón estilizado, mi nariz puntiaguda y pequeña, mis lunares escondidos... Cada rincón se bañó con sus besos en el brutal conformismo hacia el romance que me dejó indefenso ante la sensación avasallante de su cuerpo sobre el mío. Abrí mis labios esperando por esa lengua que me hundió en un juego indecente, lleno de virtuosismo.

“Ahh... Estoy ardiendo...” Miró reflexionando un instante antes de que sus manos sudorosas levantaran mi camiseta, tocando el vientre como un ave a su nido, ahogándome en una perdición absoluta y demandante. Sabiendo que no había tiempo suficiente para calmar nuestro deseo en aquel lecho suntuoso. “No soy una chica...” Susurré mordiendo su boca en un rápido movimiento aproximando mis manos a sus jeans, desabrochando el primer botón oscuro sin quitar mis ojos de los suyos, sin perderme de beber su respiración agitada.

Muestra la arrogancia erguida que mantienes escondida entre la tela, que al momento de liberarse se perderá entre los pliegues de mi boca mientras te descompones en gemidos que serán para mí como el canto de un trovador.

Mojé mi boca al momento de tocar la dureza con la cual se acorazaba Yunho y no supo como hacer para seguir impávido ante la presión en sus pantalones, suspirando suavecito ante el camino de mis dedos, instándome a continuar.

Me sentí una estrella condicionada de porno barato.

“Vas a volverme loco.” Se sentó a mi lado liberando ese pene duro que atravesó mis ojos y cortó mi respiración como el fulgor de un ardiente rayo. Deseoso de mí, rogando por un festín de placer. Por caricias  indecentes. Se tocó frente a mis muecas  torpes y cuando quise acompañarle solo me comió con sus dientes generando en mi boca fantasías suficientes para satisfacer su masturbación. Mis pantalones estaban húmedos porque me corrí viéndole tocarse.

“Déjame tocarte...” Supliqué en la burbuja de mis espasmos mientras frotaba mi sexo sobre los pantalones, endureciéndome de nuevo a sabiendas que él lo notó al observarme con deseo y perversión, exigiéndome como si fuera una perra.

Y claro... Moría por ser la perra de Yunho.

“Te quiero aquí...” Mostró su pene hinchado y rojo. “Esta noche me correré en cada parte de tu cuerpo...” Yo moría y vivía, recordaba y olvidaba, suspiraba y respiraba con afán entre sus vulgares palabras. Ese hombre que me quemó como una braza maligna cumpliría todos sus deseos con mi cuerpo. Y solo me dedicaría a obedecerle como un cachorro hambriento.

Chasqué con la lengua para humedecer mis labios acercándome a su sexo sin dudas, conteniendo las ganas de succionarlo y morirme con su sabor. Su corazón frenético y mi respiración precipitada construyeron el marco perfecto para la noche de locura que nos acogía.

“No tienes que obligarte...” Escuché decir aún con el zumbido en mis oídos. No iba a mentirle, a él me mostraría tal y como era.

“Quiero esto... Lo visualicé tantas veces en mi boca que puedo jurar que conozco tus sabores.” No contestó, pero tiró de mis cabellos para captar mis labios en una caricia demandante.

Todo era un jodido sueño.

Nos extasiamos observándonos de a momentos al coger aire, contemplando nuestros rostros agónicos, nuestros labios rojos y nuestros cuerpos calientes.

Sus manos me despojaron de mi camiseta mirándome atónito, y como cada segundo dentro de esa habitación, me estremecí. Acorralé sus piernas con mis rodillas quedando mi vientre a la altura de sus labios, comenzó de pronto a depositar castos besos en esa zona a medida que exploraba mis curvas con sus dedos codiciosos, delineando la raíz de mi espalda bañada en sudor hasta llegar a mis prendas interiores y bajarlas con ahínco hasta mis muslos bajos. Como si ellas hubieran cometido algún crimen altanero.

Cuando sus manos se enterraron en mis nalgas amasando su tersa desnudez comprendí que ya nada volvería a ser igual. Entre sus miradas ardientes y mis temblores prematuros la atmósfera se llenó de lujuria incontrolable. Yunho respiró sobre mi erección dolorosa y suprimí un gemido gutural que erizó cada peldaño elocuente en mi piel morbosamente violada con el crujir de los nervios, que cayó como una pena feroz e indiferente en la hendidura de mi pene rebalsando entre gotas del fluido de la pasión.

Me derretí entre sus brazos...

No me moví, no respiré, ni siquiera temblé, solo observaba sus movimientos con cautela, gravando en la retina sus besos peculiares en la vellosidad de mi intimidad, respirando en ella, oliendo cada centímetro hasta desquiciar mi razón. Cerré los ojos enterrando las yemas en su cabellos sudorosos forzando como en una plácida aurora a frotar mi pene con sus labios, exigiéndole satisfacción.

Él se encontró de pronto repartiendo saliva por el ombligo dejando dulcísimos besos que acompañaron a la suavidad de sus dedos adentrándose por mis nalgas, palpando ese pasaje que jamas nadie profanó. Ese lugar reservado para su calentura, para que en él vaciara cada uno de sus pecados sexuales.

Pronto... Muy pronto. Mi áspera dureza se inquietó.

Hurgué en sus cabellos para que nuestras miradas se encontraran y como si hubieran transcurrido miles de años, luchamos para destruir la resequedad de nuestras bocas jugando con lenguas húmedas, descubriendo que el mundo de ese muchacho caprichoso se redujo a mis curvas resbalosas.

“En ese callejón. En ese maldito callejón me lamenté... No te abandonaré de nuevo mi amor...” ¡Si! ¡Soy su amor! Solo tuyo. Solo para ti. Solo por ti. Sonreí al juntar nuestras frentes y envolver mis brazos en su cuello, su respiración perdida y sus manos estrujándome fueron recuerdos necesarios para sellar con tinta de mi propia sangre el pacto de amor eterno.

Y me pregunté un instante mirando las medrosas olas de sus ojos si el tiempo sería suficiente para saciar mis oscuros instintos con ese hombre entre mis dedos que parecía poseído por la lindura subliminal que me caracterizaba.

Bajé hasta sentir su pene rozando mi cuello al alimentarme con el elixir nacido de su vientre, perfilando con mi lengua demoníaca esa zona de intimidad que con su lóbrego manto me llenaba de añoranzas impuras.

“Quítalos.” Me ayudó a despojarnos de nuestras prendas para quedar desnudos con cuerpos perlados y suspiros sobresalientes que se desprendían de nuestras bocas con el roce de piel y fue allí, en frente de su desnudez delictiva que descubrí la confusión del destino. Te quita y te da una luz amable que hace llorar a los ojos entre la hermosura y el perdón, jugando con los sentimientos degustados en la misericordia.

Eramos una cama, él y yo; su cuerpo y mi cuerpo sobre sabanas mojadas de lujuria, expectantes de que al siguiente día Febo nos mirase desde el ilusorio cielo como cómplice de esa unión corrompida por la locura incondicionada.

Llegué a mi destino demostrando nulas vacilaciones, estaba tan seguro de querer satisfacerlo que borraría el pudor y la vergüenza.

“Tranquilo, déjame verte.” Sentí sus yemas tibias apartar los hilos pegajosos de mi frente, solo le miré mientras su hombría delineaba mi mandíbula, buscando la manera mas sucia de meterse entre mis labios, pidiendo fenecer con la culminación de su humedad fundiéndose con mi agua. Me cerní sobre ellos buscando las sensaciones extravagantes como un gibón hambriento y temeroso al unísono, mi pasión sería la encargada de enmascarar la inexperiencia.

Lamí mi presa con dedicación.

“Acabaré tan rápido...” Sentí como sus caderas se mecieron dentro de mí empujando su carne hasta el fondo. Me encantó. Su piel era tan suave y caliente como imaginé, animándose mi lengua a jugar con su envergadura deliciosa que se hinchaba dentro de mi cueva. Masturbé su falo ayudando a que los fruidos se perdieran con mi saliva y mostrarle a sus ojos, la expresión salvaje que desde ese momento le acosaría por las noches.

“Ahh,si... ohh... Sigue así...” Te volveré loco mi amor...

Degusté los pliegues en su intimidad sintiendo como el glande de un momento a otro se perdía en mi garganta provocando unas pequeñas arcadas y obligándome a tomar aire. No me perdí ni un segundo, yo le liberaba para chupar la cabeza hinchada y drogarme con el salado gusto y el dulce aroma de su pene.

Todo se redujo al placer. No pude dejar de chupársela encantado con la sensación enfermiza de querer tragar hasta el ultimo fluido que pudiera escupir sobre mis labios, marcándome entre el frenesí y losgemidos.

Si me dejasen pedir otro deseo, me fundiría en el éxtasis con ese hombre, que en mi boca encontró la perdición.

“Ahh, mi precioso Jaejoong es increíble...” Sintiendo el calor devorarme toqué mi sexo apretándolo deliciosamente para comenzar a agitarlo junto con los chapoteos de mi lengua sobre su carne dura que chorreó fluidos que murieron con la saliva delineando mis costados. Oh mierda... era tan pervertido que me corrí entre mis dedos a medida que su pelvis me jodía una y otra vez como una parca insana. Deseando matarme de asfixia  en esa burbuja incorregible.  Perdí la fuerza mientras mi semilla cayó sobre las sábanas  y como una fuerza mayor mi lengua solo se movió complaciendo, sin despegar nuestras miradas.

¿Cómo me veo? ¿Te gusta? ¿Amas mi lado perverso? ¿El precioso Jaejoong se ve bonito chupando pollas? Ahh... Estaba en el cielo.

“Te ves hermoso...” Contestó como si leyera mis pensamientos provocando un leve sonrojo en mis mejillas ahuecadas. La mandíbula dolía como un demonio pero mi moreno no pudo detenerse. Se zafó de mi boca dejándome tirado en la cama de espaldas, como un saco rendido de pena moribunda, no evité retorcerme de placer frente sus ojos notando esa mirada perversa clavarse en mí.

Oh.. Él lo haría...

Mi pecho enamorado brincó de dicha cuando me apreso con sus piernas quedando su pene justo sobre mi boca, viendo con ojos candentes como se acariciaba frenético de arriba abajo, quemando con su rapidez mi aliento. Me estremecí al tocar sus muslos interiores tensos ante la pronta eyaculación, esperado con su mirada ansiosa el momento de manchar mis labios y mi rostro con su semen perfumado.

“Mhh, si, Vamos, lo quiero todo sobre mí...” Me detuve en el pensamiento sacudido por la perversión del vago anhelo cuando de pronto sentí los gemidos entre cortados y calientes hilos ser depositados en mis labios entreabiertos, escurriéndose en mi cavidad al regalarme el sabor de la tortura. Las manchas blancas también revistieron mis mejillas con rumores de placer cortando los latidos de mi pecho, luciendo mi lengua un caminar fresco, recogiendo el desecho de su vulgar excitación.

Ambos exhalando tiernos suspiros que desembocaban en sonrisas cómplices.

No podíamos dejar de empalmarnos ya que cuando su boca limpio mi rostro supe que llegar al final no sería impedimento para nuestro encuentro.

“Demasiado caliente...” Susurró en mis oídos. Me encontré sobre sus piernas instándole a complacerme a medida que su miembro tomaba fuerza entre mis nalgas blancas. No pude dejar de friccionarme contra su estómago de manera salvaje, ni siquiera de buscar su lengua cuando el pensamiento de que me penetrara se hundiera en sus murmullos sensuales. “No hay condones...” Se excusó y no pude evitar reír.

“No quiero un maldito forro ¡Ni siquiera necesitamos lubricante! Solo fóllame...” Salpiqué su libido con pinceladas de furia tratando de que no huyera y me hiciera suyo. Rebosante en vitalidad al mecerse sobre su cuerpo febril mi silueta sudada, salvaje y en celo.

“Solo hoy dolerá, debes soportarlo Jae...Y todo estará hecho.” Lo soportaré, y nos sentiremos tan borrachos del dolor que parar las embestidas será un martirio.

Y sentí como sus dedos jugaron con mi orificio virginal como cuando las palomas inquietas descienden al jardín de mi deseo. Yunho era un experto acariciando mi intimidad buscando de a momentos beber la miel de mis labios y humedecer esos dedos que entraban y salían como intrusos ladrones. Las puntadas eran tan maravillosas que se llevaron gemidos prolongados extraviándose en su roja lengua de puna. Adicta, venenosa, caliente...

No encontré palabras para describir a su boca sorbiendo mis pezones con ritmo, obligando a blasfemar con el silencio y morderme la carne que cubría mis labios. Tiré de sus cabellos adulándole, repartiendo con mis trazos, las confesiones de los amantes.

Que era mi extensión de piel y de mi alma...

Una prolongación de mi cuerpo y la mitad de mi ser...

Ese hombre que con caricias raudas e inmorales despellejó mi desnudez...

¡Que locura candente la de mi amor sublime!

“¡Aishh! Te deseo tanto. Yun, ha, Yunho... Te quiero ahora.” En una misma piel. En un mismo latido.

“Mírame...” Y comprendí su pedido. Allí estábamos, él perdido sobre mi cuerpo meciéndose al compás de los gemidos ahogados, tratando con cuidado de adentrarse entre mis nalgas mientras repartia deliciosas prosas poéticas en mis oídos colorados y caricias perfectas desde mis pies a mi cintura... Desde mis caderas a mis cabellos sudorosos...

Todo el candor rellenando cada hueco...

“Oh sí... tan estrecho. Mi Jaejoong es tan lindo y fuerte...” No hice mas que enredarme en sus caderas cuando le sentí penetrarme despacio, corromper en ese túnel utópico donde se esfumaron los penares y dolores. No dolió. Quemó. Arrasó con mis entrañas en una dosis de violencia, callando mis groserías. ¡Un dolor emocionante! “Mnh,sí... ¡Ahh! Me encantas...” Le escuchaba perdido en sus movimientos, entrando y saliendo sin delicadeza, llenándome de sus deliciosos besos húmedos. Esa visión que me atormentaba.

“Yunho, Yunho... ¡Oh Dios! Más...” Me fascinó ese pensamiento. Yo muriendo entre sus golpes. Con su Pene enorme y deseoso rompiendo mis paredes internas. Agrietando mi pequeño agujero que se amoldaba a su tamaño. Que le recibía en sus oscuros rincones.

Y era mi preciado tesoro el que se llevaba. Guardado con mi voluntad de hierro únicamente para él.

Kim Jaejoong Ahora era propiedad de ese moreno entre mis piernas.

¡Ah! Mordió la piel de mi cuello con hambre consciente de su esclavo doblegado hasta robar el ultimo de mis gemidos. No encontré las fuerzas necesarias para besarle, estaba completamente ido sobre el limbo de la trascendencia. Ese dolor tan pronunciado me hizo divagar en el mundo del olvido, sintiéndole levantar mis piernas para penetrarme mejor a su antojo.

Y mi hermoso cuerpo quedó a su disposición.

Con la mirada en su expresión deliciosa...

Con las furtivas gotas descendiendo por su pecho hasta perderse en la lejanía...

Con cada vena hinchada mostrándome la erótica masculinidad echa hombre...

“Te amo Yunho...” Saboreé apresando esa carne con fuerza, sintiéndole derretirse en mis adentros.

Y con su lujuria y amor enteros corriéndose en mi sexo furtivo dejó gravado en mi memoria el primer calderón del orgasmo que arraigó mi alma enamorada.

Nos envolvimos en el túmulo de caricias al despedirnos de mi virginidad, omitiendo como entre las sacudidas de ambas respiraciones, un aparato vibró en las afueras.

Esa llamada entrante de un celular que se perdió en la rapidez de nuestras bocas uniéndose en un oleaje de fuego. En un mismo latido que volvió a comenzar.





Tarde un poco en corregir esta parte ya que me divertí mucho poetizando en el tramo sexual :P 
Ojala les haya gustado ^^ 
Solo queda la ultima parte asi que nos vemos pronto...
Saludos y Besos...

Mirai~


4 comentarios:

Gaby Kim Jung dijo...

Morí...simplemente escribes sensacional!!! muchas gracias ^^

KimJae dijo...

Por fin a pesar de todo los dejaron estar ju tos y aunque tuvieron que pasar mucbas cosas para que no temieran entregarse pero por fin sucedio, definitivamente se complementaban a la perfección, ya les tocaba un momento de felicidad y amarse ain reservas,escribes genial y gracias por compartir esta historia con nosotros *^*

Paola dijo...

Me encanto que porfin estuvieran juntos

Unknown dijo...

Me gustó muchísimo! Pero al final estará en la cárcel o tendrá que irse del país .. ojalá sea lo último así Jaejoong se irá con el

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